sábado, 17 de julio de 2010

La masa toma forma

La masa balbucea. Sus dos primeras palabras: "no" y "sí" –su tercera sería "tampoco"–, marcan el comienzo de una nueva era. A la masa la amabamos muchos, pero con paternalismo, porque lo inaprensible de la masa era su tamaño, su valor en litros de sangre y hueso. No deja de causar asombro cuando los hijos crecen, y la masa no fue la excpeción; ya estaba en la pubertad y nosotros continuabamos pensando con el deseo. Como buenos padres sobreprotectores, sus más fervientes defensores interpretaron el rechazo de la masa como síntoma de una manipulación externa con intereses oscuros –las malas compañías–. Entonces muchos pasaron del amor al odio e hicieron de la estética trinchera. Cuando no estoy sufriendo las convulciones de fantasmas trasnochados, la masa se me presenta en su temprana adultez, sé que es ella porque no es como me la imaginaba. Le digo "masa" y ella se ríe, me responde en una voz que no distingue género: "he crecido, sabes? sino fuese tan largo te invitaría a llamarme por mi verdadero nombre".

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