domingo, 13 de junio de 2010

Dos debates casi paralelos

Es preocupante que la discución alrededor de los servicios del Estado se haga sin incluir los mecanismos de financiación, en especial porque deja sin contra-argumentos las excusas técnicas de los gobiernos. En vez de quedarnos en la reivindicación del derecho fundamental debemos tomar la iniciativa de proponer esquemas concretos de sostenibilidad que sean administrados no solo desde el Estado sino también desde las mismas instituciones. Por qué la educación pública superior en paises como Colombia ha sido tan reacia a establecer puentes con el sector privado? Esta relación ha sido fructifera en los países desarrollados y no solo en países Neoliberales como los Estados Unidos pero también en Estados de Bienestar como lo han sido muchos países Europeos. Será este otro legado del socialismo revolucionario? (que ha probado dificil de morir en las universidades públicas). Defender la educación pública exige no solo presionar por voluntades políticas sino también proponer formulas concretas sobre los esquemas combinados de financiación? Estas preguntas a la hora de tomar decisiones concretas son más relevantes que las discuciones abstractas y de corte axiomático si bien exigen una plataforma de representación para que sean efectivas. Esto no quiere decir que sean innecesarias las reflexiones generales sobre la función estatal; son el norte de las medidas concretas. Dentro de esta última línea cabe establecer paralelos sobre los diferentes servicios del Estado: como se financian (tasas, impuestos, regalías, etc.)? como definen sus marcos de autonomía? cuales son los criterios de calidad? a cargo de quienes debería estar su evaluación? etc. Qué lecciones podemos extraer de los experimentos en el sistema de salud a la hora de implementar cambios en el sistema educativo? La opinión generalizada tiende a simplificar estos temas en términos neoliberales o humanistas donde se debe decidir entre los servicios como un producto del libre mercado o desdeñando cualquier noción económica. Creo que debe asumirse una actitud menos doctrinaria, diferente al fetichismo del mercado o del derecho; buscar una teoría donde el dinero y la producción sean instancias de algo más general: el valor. Esto no es nada nuevo, es precisamente el espíritu de Adam Smith que desafortunadamente ha sido apropiado por el discurso neoliberal para ponerlo al servicio de la especulación financiera. Debemos reconocer la relevancia de la economía institucional que al explorar la relación entre las instituciones y el mercado nos permite tener mayor claridad a la hora de discutir políticas en donde han reinado no solo los malentendidos sino también el oportunismo, todo esto con graves repercusiones sociales. Obras como la de Keynes en política económica, Elionor Ostrom y Oliver Williamson (premios nobel 2009) en economía institucional o incluso Yochai Benkler (read online: The Wealth of Networks by Benkler) van en esta dirección [1]. Los invito pues a repensar nuestra actitud frente a la función del estado utilizando el realismo económico pero en su sentido amplio.

[1] Aún no conozco de un autor que trate de forma unificada (diferente de "igual") las amplias funciones del estado en relación con el mercado; la obra de Keynes tiene un énfasis en estabilidad monetaria y los últimos tres autores estudian comunidades o nichos específicos. La economía del crecimiento es la que más se acerca a una visión comprensiva del problema. Sería interesante combinar los enfoques de Ostrom y Benkler que buscan conceptualizar y/o descubrir prácticas económicas con el enfoque gubernamental de la economía del crecimiento.

sábado, 5 de junio de 2010

El socius y los derechos humanos


La perpetuación de las prácticas sociales exigen un ciclo de voluntades. Estas no se justifican en sí mismas, sino en relación con otras prácticas. La lógica neoliberal del mercado es un paroxismo de esta verdad (lógica que al postular el crecimiento económico como valor hegemónico cae en su propia trampa). Así pues, el discurso de los derechos humanos solo es efectivo en la medida en que se articula a un sistema de estímulos (positivos y/o negativos), es decir si se artícula a deberes, entendidos como el derecho del Otro el cual asegura mi derecho. Un ejemplo es la política educativa. Mientras la educación gratuita es afín al discurso absolutista de los derechos humanos, el estímulo a la demanda como política educativa es afín a una visión relativista del derecho [1]. Una de las consecuencias más radicales de esta lógica de mercado es la de cuestionar nociones preciadas como la política redistributiva. Para el mercado, la política redistributiva cumple una doble función: cuando el gasto redistributivo se invierte en oportunidades es una política de equidad al ofrecer iguales condiciones para obtener poder socio-económico. Cuando este rubro se invierte en bienestar es una política de equidad en el bienestar pero al costo de financiar la desigualdad socio-económica [2]. Esta última dinámica conlleva eventualmente a un desestimulo de las élites económicas y políticas para financiar el bienestar. Los movimientos de izquierda suelen proyectar un discurso donde los derechos se enfatizan y los deberes se silencian. Esto antes que una certeza epistemológica de la izquierda es más un producto de la marginalidad del poder a la que se han visto relegados históricamente. En aquellos países donde los partidos socialistas han participado del poder, su discurso retoma la retórica del deber ya sea político, en paises comunistas, o tributario, en paises capitalistas. El deber político responde a la exigencia de realismo social al tiempo que comparte las ventajas y limitaciones propias de la economía premoderna [3]. El llamado es a que la izquierda (o "derecha") marginada asuma un discurso más realista y que la derecha (o "izquierda") en el poder reconozca la importancia de compartir el poder para que la marginalidad comprenda la competencia del realismo.

Fé de Errata: este post fue actualizado.

[1] En esta lógica la educación pública debe ser financiada de forma compartida por las empresas que se benefician de una amplia oferta laboral calificada y los estudiantes que son beneficiarios de las herramientas para competir en el mercado laboral.
[2] No todas las políticas de bienestar son asistencialistas, por ejemplo los 'commons' (parques, etc.).
[3] En contraste con la economía premoderna, el mercado permite la sincronización espacio-temporal de la producción. La economía premoderna o política muestra su efectividad en la medida en que esta sincronización artificial falla como modelo de la realidad, es decir, como modelo de las necesidades de producción específicas (burbujas de mercado, dificultad en la cuantificación de valores "complejos" como la cultura y el ecosistema, etc.).

Fotografía (kindly) extraída de ConsumersReport.org.